1º Timoteo. Breve tratado.
1 Timoteo 5. Semana 5. Cómo conducirse en la congregación de los santos.
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PROVEER Y UBICARSE
1 Timoteo 5:7-16
No debemos perder de vista que somos familias las que componen y se unen a una familia mayor espiritual que es el cuerpo de Cristo. Tenemos que saber que es imprescindible ejercer nuestro principal ministerio en nuestros hogares, poniendo a los de “nuestra casa” en primer lugar, para luego y alternativamente hacerlo en nuestra comunidad de fe, es decir, con “los nuestros”. No debemos descuidar estas cosas que significan servir al Señor bajo nuestro techo y también entre los santos de nuestra comunidad de FE, procediendo integralmente.
Una de estas cosas es ser proveedor en nuestros hogares, y el énfasis en esta sección como en la anterior es tener especial cuidado con las viudas que necesitan el amparo de sus familiares.
En primer lugar las viuda aquí son las que “en verdad lo son”, esta frase significa según el apóstol, que cumplen principalmente ciertas características que hacen referencia a un proceder puro, santo, fiel y piadoso (Versículos 5, 9 y 10), hacia sus familias y hacia la familia espiritual. Aquí hay un rango de edad que es de 60 años y esto es probable que Pablo lo haya escrito por lo que vemos en el siguiente punto.
En segundo lugar, el apóstol habla de viudas jóvenes que eran impulsadas por sus propios deseos, que eran holgazanas y perezosas, chismosas, entremetidas y que por lo visto no habían aprendido a desempeñarse en sus hogares y mucho menos en la congregación de acuerdo a las características que define Dios por medio de Pablo para aquellas “verdaderas viudas”. Es por esto que les dice que empiecen de nuevo por sus hogares, tengan hijos y aprendan a trabajar con ellos en sujeción, porque si no pueden bajo sus techos, cómo pueden transmitir algo bueno entre la familia de los santos.
En tercer lugar Pablo apunta a una situación de total deshonor y falta de honestidad por parte de estas viudas jóvenes que pudiendo valerse por sus familiares o sus propios medios buscaban el sostén en la congregación. O de parientes que no querían cubrir las necesidades de sus viudas y se aprovechaban de la generosidad de los hermanos de la comunidad espiritual del Señor. Todo esto ocasionaba que a la Iglesia no le alcanzara para cubrir y amparar a las “verdaderas viudas” (Versículo 16).
En cuarto lugar, si bien esto aplica a todos los que decimos profesar la FE, el énfasis está puesto en las viudas que lo son “en verdad” y que están desamparadas: éstas tienen a la Iglesia. Y en lo que respecta a todos, porque hemos aprendido y aplicado en nuestros hogares la vida piadosa, ahora sabemos cómo proceder en la Iglesia de Jesucristo, en nuestra amada comunidad Espiritual y amparar así a aquella mujer que necesita del pueblo de Dios cuando no tiene quien la cobije. ¿De que otra manera podría ser?
En quinto lugar, lo que hemos visto en el ítem anterior, es un pedido a la Iglesia general que se repite a lo largo de esta carta: Sepamos gobernar nuestros hogares, sepamos como conducirnos como familia bajo un mismo techo, no nos dejemos llevar por placeres, seamos sobrios, prudentes, piadosos, practiquemos humildad, amparemos a nuestros familiares, cubramos las necesidades de los de nuestra casa. Porque si no sabemos conducirnos en nuestros hogares cómo podremos siquiera saber como conducirnos en el rebaño de Dios.
Tenemos que practicar esta FE, porque estos son deberes para el pueblo de Dios y son los que continúan formando el fundamento de Cristo en la Iglesia moldeando el corazón de cada individuo, y es más que evidente que faltar a estas cosas, desamparar a los de nuestra casa y a los nuestros en la comunidad de FE es haber negado que somos hijos de Dios y es peor que ser un incrédulo.